RICARDO CASTRO (1864 – 1907)

Como le sucede a casi todos los músicos, comencé a estudiar desde muy chico, primero en mi ciudad natal, Durango, luego en México en el Conservatorio Nacional. Me gradué a los 16 años y desde entonces compuse piezas para piano como mi famoso vals Capricho. También a esa edad empezó mi carrera como concertista por lo que tuve la oportunidad de viajar por México y luego representar a mi país en la Exposición Algodonera de Nuevo Orleáns, Estados Unidos, donde triunfé, dicen, que por mi habilidad y gran sensibilidad musical. Después di conciertos en Chicago, Filadelfia y Nueva York.
Al igual que algunos de mis amigos músicos, me dediqué a la enseñanza del piano. En 1886 con Gustavo E. Campa, Juan Hernández Acevedo y Felipe Villanueva, fundé el Instituto Musical para difundir la música mexicana. Y nueve años después organizamos la Sociedad Filarmónica Mexicana para promocionar la música de cámara de concierto.
En 1896 tuve el gusto de que el Teatro Renacimiento se estrenara con mi ópera Atzimba, que trata de una historia de amor entre una princesa tarasca y un español en medio de la conquista de Michoacán.