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Entrevista realizada por José Antonio Alcaraz. Proceso, No. 91, 31 de julio de 1978, México.

Homenaje Nacional a Carlos Chávez

Parecería pretencioso comentar en unas cuantas líneas la Historiografía Musical Mexicana; sin embargo es factible dar una opinión general basándonos en dos situaciones que la hacen diferente a la Historiografía musical existente en otras latitudes: tiene más o menos 90 años de existencia y no son numerosos los trabajos de esta índole.

La intención de recuperar el pasado siempre ha estado presente en el ser humano; sin embargo en la disciplina que nos compete, parece no haber interesado a nadie en nuestro país hasta la llegada de Alba Herrera y Ogazón. Si bien es cierto que existen trabajos que hablan de alguna manera de tópicos históricos de la música en México (véase El libro de mis recuerdos (1905) de Antonio García Cubas o la monumental Reseña histórica del Teatro en México 1538 – 1911 de Enrique Olavarría y Ferrari) es hasta que Herrera y Ogazón, destina un libro completo a este tema, que se inaugura, de alguna manera, la historiografía musical mexicana. Con la ingenuidad propia de la época, esta primera historia esta plagada de denuestos, ligereza de opiniones, anecdotismo y poco rigor metodológico, síntomas que aún hoy en día, están presentes en algunos trabajos de esta índole, sin embargo en ella son excusables, pues reflejan el inicio de una disciplina inexistente.

Rubén María Campos continúa con la lista más de una década después, con un par de libros cuyo gran mérito mayor consiste en insertar ejemplos musicales; aunque el caos imperante nos hace perder la línea de su discurso, que cabe notar, es más benévolo hacia lo mexicano que el de Herrera, pero también con un tinte “político” que desafortunadamente también estará presente en trabajos historiográfico-musicales subsecuentes.

Los siguientes capítulos en esta reseña,  se deben curiosamente a dos doctores en medicina y están separadas apenas por un año de diferencia. La de Miguel Galindo abarca –según su título- desde sus orígenes hasta la creación del Himno Nacional y resulta una curiosidad llena de afirmaciones “pseudo-científicas” que orilla en ocasiones al humor involuntario; el volumen que abarcaría la continuación de esta historia musical de Méjico (así con j) jamás apareció. Por su parte la de Gabriel Saldívar, publicada en 1934, es quizá el primer intento serio de abordar el tema con cierta profundidad y con resultados satisfactorios, aunque en algunos momentos parece perderse en temas como el de la música popular.

La llegada del musicólogo barcelonés Otto Mayer Serra abre algunas perspectivas interesantes en el campo, ya que propone por primera vez una historia musical mexicana con rigor metodológico. El pecado de Mayer radica sin embargo en abordar un tema –quizá obligado por la premura de su escritura- del que aún no conocía todos los pormenores,  por lo que en ocasiones aventura hipótesis exageradamente severas para con nuestro pasado musical.

En la segunda mitad del siglo, ya tres líneas están establecidas. La primera, una visión extranjera de nuestra música –inaugurada por Mayer Serra- será continuada por Robert Stevenson quien inició en los cincuentas con Music in Mexico, a historical survey  (y que aún prosigue de manera notable investigando tópicos de nuestro país), y que continuaron de manera más modesta y a manera de instantáneas Gilbert Chase en los sesentas y Dan Malmström en los setentas. Thomas Stanford en los ochentas y el peruano Aurelio Tello en las últimas décadas, continúan con esta tradición. Todas éstas visiones con particulares puntos de vista y valor, pero que sirven en ocasiones de parámetro al contener un juicio foráneo sobre nuestro muy particular quehacer musical.

La segunda línea es una mezcla de la historiografía de Herrera y Campos y  será abordada por el Doctor (en medicina también) Jesús C. Romero y Gerónimo Baqueiro Fóster, quienes aportan información valiosa –a veces más cuantitativa que cualitativa- pero que involuntariamente  continúan la tradición de Miguel Galindo de obras inconclusas: de Romero sólo se publicó el primer tomo de sus Efemérides y de Baqueiro el enigmático tercer y único volumen de una colección trunca y dedicado a la música de la independencia. En esta línea sería pertinente también comentar la de Guillermo Orta como continuadora de esta tradición más cronológica que historiográfica.

 

Un capítulo especial merece Vicente Teódulo Mendoza, quién se encargó de compendiar y transcribir un número gigantesco de música de todos los rincones geográficos del país y que además pretendió realizar una clasificación. En ese sentido desafortunadamente no ha tenido seguidores. Algunos trabajos menos ambiciosos sobre la música popular son los de Jas Reuter y el del sueco Claes af Geijerstam Popular music in Mexico.

Podríamos señalar como tercera corriente la de Saldívar –una historia con pretensiones de análisis y fundamentación- dos trabajos: uno, el ambicioso proyecto coordinado por Julio Estrada en 1986  que agrupó a un sinnúmero de investigadores de todas índoles para abarcar desde la música precolombina hasta  la de la década de su escritura en 10 tomos; y los tres libros de Yolanda Moreno Rivas: Historia de la música popular mexicana, La composición musical en México en el siglo XX y Rostros del nacionalismo en la música mexicana. Sin ser las historias definitivas, por lo menos intentan ofrecer una visión global de nuestra música. Siendo muy irregular el primer caso y muy cuestionable la segunda.

Hasta el momento nadie más ha pretendido realizar una historia global de nuestra música.

Lo que se menciona a continuación son historias parciales centradas en un periodo.

De la música precolombina:

Pablo Castellanos, Samuel Martí y Jorge Dájer, más enfocados al instrumental y con poco rigor; y más recientemente Lourdes Turrent -alimentada en José Antonio Guzmán Bravo- y el español Enrique Martínez Miura. Todas ellas aún nos quedan a deber sobre este periodo.

El virreinato:

Ha resultado el periodo más estudiado hasta el momento, inaugurado por Miguel Bernal Jiménez, Jesús Estrada y Robert Stevenson; ha sido continuado por Jesús Bal y Gay, José Antonio Guzmán Bravo, Juan Manuel Lara Cárdenas, Jaime González Quiñones, Aurelio Tello, José Antonio Robles Cahero, Evguenia Roubina y recientemente por los venezolanos Nelson Hurtado, Bárbara Pérez y el guatemalteco Omar Morales.

El clásico:

Muy poco estudiado, existe algún artículo aislado de Ricardo Miranda.

El siglo XIX:

Visto a través de sus figuras, aún persisten las informaciones contenidas en las historias globales.

El siglo XX:

Sólo ha sido visto de manera panorámica por Mayer-Serra y Yolanda Moreno.

Es en la corriente de las biografías de músicos en las que existe una larga lista. En primera instancia y a manera de compendios de ellas, los libros de: Hugo del Grial, Francisco Moncada García, Juan Álvarez Coral, Simón Tapia Colman y algunas contenidas en sus 100 biografías por Guillermo Orta, además de compilaciones de biografías de compositores locales como de Romero sobre Zacatecas y de Durango, Héctor Palencia. Compilaciones más recientes son las de María de los Ángeles González/Leonora Saavedra y los dos tomos de Eduardo Soto-Millán. Algunas de las primeras pecan a veces de fantasiosas y de poco rigor histórico y la última de “telegramesca” y con un criterio temporal absurdamente tajante. Merece citarse aquí un libro de entrevistas a mujeres compositoras debido a Clara Meierovich

Las biografías de músicos mexicanos tratados de forma individual son numerosas. Van desde: José Mariano Elízaga (Romero), Ángela Peralta (J.A. Alcaraz), Juventino Rosas (Álvarez Coral), Melesio Morales (sendos libros de Maya y Bellinghausen), Cenobio Paniagua (Delgado/Maya); Clemente Aguirre (Pareyón); Felipe Villanueva (dos libros: Carredano y Ovando Ramírez); Ponce (Castellanos, Corazón Otero, Tarcisio Herrera y Ricardo Miranda); Carlos Chávez (García Morillo, Alcaraz), Vicente T. Mendoza (Chapa Bezanilla); Bernal Jiménez (Díaz Núñez); Alfredo Carrasco (Lucero Enríquez); José Rolón (Miranda); Jose F. Vázquez (Pareyón); Silvestre Revueltas (Garland, Kolb, Rosaura Revueltas); Candelario Huízar (Micaela Huízar); Blas Galindo (Xochiquetzal Ruiz y otro de Antonio Navarro); Salvador Contreras (A. Tello); Eduardo Hernández Moncada (Eduardo Contreras Soto); Joaquín Gutiérrez Heras (Carredano); Manuel Enríquez (Alcaraz); Mario Lavista (Luis Jaime Cortéz); y Eduardo Mata (Strobl).

Dos compositores extranjeros radicados en México han merecido un estudio biográfico: Lan Adomián trabajado por María Teresa Toral en dos tomos y Rodolfo Halffter por  X. Ruiz.

En diversas publicaciones se han destinado estudios biográficos destacando la de compositores recientes publicada en la revista Pauta por Consuelo Carredano.

Es en este rubro donde la historiografía ha rendido innumerables frutos pero su irregularidad es notoria. Existen biografías deplorables como la de Ponce debida a Tarcisio Herrera y muy destacables como la de Melesio Morales por Áurea Maya.

Por último existen estudios historiográficos destinados a un instrumento destacándose de una manera notable la guitarra y sus variantes, habiendo especializaciones en distintos períodos históricos. El listado es grande, pero en estricto orden alfabético citemos: Miguel Alcázar, Gerardo Arriaga, Antonio Corona, Eloy Cruz, Juan José Escorza, Guillermo Flores Méndez, Juan Helguera, Daniel Limón, Ángel Medina y Antonio Robles Cahero.

Sobre el órgano existe un libro de Gustavo Delgado y Ofelia Gómez.

Es sorprendente que no exista hasta el momento una historia del piano en México.

Finalmente sobre la ópera, saga inaugurada de alguna manera por Olavarría y Ferrari, existen ejemplares de Ramón Pulido Granata, Carlos Díaz-Dupond y recientemente José Octavio Sosa.

Mención especial por su ambición desmedida son los Diccionarios de Gabriel Pareyón Diccionario de la Música Mexicana de 1995; y la segunda edición publicada en 2007 en dos volúmenes y ahora con el título de Diccionario enciclopédico de Música en México, con un cúmulo de errores de todos tipos.

 

Vista de manera panorámica, la historiografía musical mexicana aún denota problemáticas como la irregularidad de sus productos; la musicología en México sería la encargada de acometer esta empresa, sin embargo es aún una disciplina en ciernes en nuestro país. Todos los autores citados,  independientemente de su valor, han sentado una base sobre la cuál la incipiente musicología mexicana tiene que rendir frutos, entre ellos la nueva visión de la Historia de la Música Mexicana. Citando a Collingwood “...cada nueva generación tiene que rescribir la historia a su manera”  en este caso la mejor manera es con las herramientas que la Historia y la Musicología pueden brindar.